sábado, 28 de febrero de 2009

Cacerías mitológicas y cacerías recientes

No todos los días tiene uno la oportunidad y la satisfacción de poder decir que han nombrado ministro a un vecino: y eso es lo que me ha sucedido a mí puesto que Francisco Caamaño, actual ministro de justicia, es de Cee, como un servidor. La excepcionalidad del hecho justifica la cabida en un blog de tema clásico de una entrada de tema político o de actualidad que nada tiene que ver con lo antiguo. O quizás sí porque, como se sabe, en la dimisión del ex-ministro Bermejo tuvo mucho que ver cierta cacería y eso a algunos nos trajo a la memoria cacerías pasadas y no me refiero a algunas que no lo son tanto y nos vienen a la memoria con olor a chapapote sino a otras mucho más antiguas como la muy conocida de Calidón.
También entonces se organizó una buena. Al parecer todo empezó cuando Eneo, rey de Calidón, se olvidó en una ofrenda de la diosa Ártemis, que lo castigó enviándole un terrible jabalí que destrozaba las cosechas del reino. Para poner remedio a las destructivas andanzas del animal se organizó una batida en la que tomó parte lo más granado de la mitología griega: Teseo (sí, el ateniense, el que mató al Minotauro...), Cástor y Pólux (los Dioscuros), Jasón (sí, el de los Argonautas...)...e incluso una mujer, la famosa Atalanta (sí, la de las manzanas de oro). Y, por supuesto, también Meleagro, el hijo del rey. Tras varios percances, al final es Meleagro quien consigue matar a la res, cuyos restos ofrece a Atalanta (con la que pretendía tener algo más que una amistad); si la historia terminase aquí tendríamos un muy agradable "happy end" pero la cosa se complica porque los tíos maternos de Meleagro, indignados, intentan arrebatarle a
a Atalanta su trofeo y entonce el joven los mata. Con este asesinato Meleagro, sin saberlo, estaba firmando su propia sentencia de muerte y quien la ejecute será nada más y nada menos que su propia madre, Altea: la vida de Meleagro dependía de un tizón o leño que ardía en la chimenea cuando Altea dio a luz; mientras el tizón ardiese, la vida de Meleagro no correría peligro; por eso Altea se apresura a guardarlo con sumo cuidado pero cuando se entera de que su hijo ha osado acabar con la vida de sus tíos el amor fraternal puede más en Altea que el maternal (sorprendente, ¿no?), arroja el leño al fuego y Meleagro fenece.
Así pues, el conocimiento de lo antiguo nos previene sobre las dimensiones y las consecuencias a las que una cacería puede conducir: la de Calidón costó una vida (la de Meleagro), la de Bermejo y Garzón, un alto cargo. No tengo el placer de conocer personalmente a Francisco Caamaño pero quienes lo tratan afirman que es una buena persona, accesible y trabajadora. Y desde luego tiene algo muy importante a su favor: como buen ceense, prefiere la pesca a la caza. Le deseamos buena suerte. Falta le va a hacer: lo que le queda por delante no es poca cosa.

1 comentario:

Susana Losada dijo...

Que historia tan oportuna, aínda que eu a lese con tanto retraso. Está moi ben a idea do caras que saen ás veces as presas de caza e como o cazador acaba cazado.